lunes, 25 de octubre de 2010

Tacacoma

Había algo en el aire atravesando las quenas norteñas, algo en la fuerza del golpe en los bombos, algo en la pasión de los dedos despeinando las cuerdas del charango. Una y otra vez los pelos de mis brazos desperezándose, alzando carteles que no alcanzo a leer. Desde la cal de las paredes de la urbe que me alejan incansablemente del viento de los cerros vírgenes, escucho que es la libertad la que estalla en la garganta de quien canta, en el cuerpo de quien baila, en el cuero del tambor. Yo testigo queriendo entremezclarme en ese ritual de liberación, en el que los más oprimidos se vuelven pájaros, dejando obsoletos y suspendidos los metales que hemos dado en llamar monedas. Yo testigo, acepto la invitación y exilio por un instante mis opresiones. Sobrevuelo lo cotidiano, me sobrevuelo. Los pelos de mis brazos subvertidos se despeinan en esa casi mística comunión de libertad.

todo lo que puedo ver todo lo que puedo ver es un territorio plagado de objetos, hilos, colores y figuras extrañas moviéndose, acercándose...