miércoles, 26 de diciembre de 2012

Júpiter



No se me habría enfriado el té de no haber visto que esta noche duerme una estrella pequeña al lado de la luna. Primero la vi y después tuve que lidiar con las palabras, y ya, el té casi frío en la mesa de luz improvisada. Si el tiempo fuera elástico podría haber hecho todo en fragmentos caprichosos, mirar el cielo, escribir, tomar mi té caliente. Pero el tiempo es cualquier cosa, ni hablar cuando te lo roba alguna historia estelar, alguna hormiga en la ventana y las preguntas sobre cómo llega un insectito a subir cuatro pisos (y por qué 4, y no 3 y no 5). Pensé en calentar el té y sentí como que me hacía más frío en la panza, como si le mintiera a alguien. Asique va tibio para adentro, que el alma recibe bien cualquier cosa que llegue a esa temperatura que va acariciando lo que encuentra, suave líquido despacio. Creía que entendía al menos algo. Pero veo la luna, el té, la noche. Y no, no encuentro nada, no tengo nada que ver con los ritmos en que me galopa el corazón, con los instantes en que se me desperezan los pelos de los brazos, todo eso es un mamarracho inentendible de accidentes indómitos y contingentes, algo paralelo a cualquier cosa que pueda pensar alguna vez. Cuido la casa de cartas que voy armando sobre la mesa de madera y el viento que me baila entre las costillas me pide salir. Ya habrá tiempo para no mentir, y cuando no miento, me pregunto cuándo será momento de esconder un poco para no empolvarme tanto la nariz sacudiendo alfombras. Mucho estornudo agita la respiración y el polvo, el polvo a veces puede hacerte llorar. Como mirar una estrella quieta y pequeña al lado de la luna. Parece que espera, parece que quiere que la miren, que quiere que no la miren, parece un mimo a la nube que pasa, una lágrima de la luna que la abriga, una luz de la que aferrarse cuando todo está gris y algún extraño instinto nos hace mirar para arriba, como hociqueando una correntada de aire fresco. Cualquier cosa sirve de tiempo, cualquier tiempo sirve de espacio, y es en el espacio donde siempre me pierdo, aunque a veces aparece alguien y con un dedo índice limpio y seguro va indicando que acá y allá está eso y aquello y le va poniendo nombre a las cosas. Como volver a primer grado. Cuando estoy muy cansada entro en ese cuento que te cuentan, a veces quiero dormir de un tirón una temporada entera, y esas son las noches en las que quizás haya habido estrellitas al lado de la luna, pero no podría asegurarlo porque en esas temporadas hiberno como oso y nunca miro para arriba, cuestión de supervivencia, de especie, Darwin, que se yo.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Dos blogs que recomiendo con tanto cariño y admiración:
Cariño Diario (dibujitos y palabras bien bonitas de mi amiga Ana)
Diatribas (relatos de perorata, para subvertir el sentido común)
elecciones

en la comodidad de una grieta
el agua corre
suave, ligera, segura.

¡qué cansada está la gota
que en oscuros surcos viaja
queriendo ser lluvia!

se monta en zancos
se mutila en salpicones
se arremolina en cada curva
se evapora en ilusiones.

miércoles, 31 de octubre de 2012

almacén

el pájaro 
que nunca cepilló la pluma

tus poemas
que nunca entran en los frascos

y todo eso 
que me trae de vuelta

jueves, 25 de octubre de 2012

lunes, 15 de octubre de 2012

salguero vintage
cada vez más copada con la rue salguero: su gris, su atemporalidad. la zapatería esquinera con esos precios de dos cifras en papel batik; los locales insólitos por específicos: uno donde sólo hacen plastificaciones (¿quiénes son los clientes aparte de las reminiscencias noventosas?), y otro que sólo vende… jabones; la vereda del San Roque “viejo”, en fin…  nada compite con la boutique donde varias veces apoyé la ñata sin entrar. hoy me mandé y resultó ser un ternurón: un viejo dúplex, alfombra roja sobre la que se paran los percheros, de fondo la cocina con sus tazas, calefón y lavadero, y al medio en bisagra, andrés zurciendo en una máquina de coser. me senté-india a revolver esa feria americana, mientras escuchaba el sonido del trabajo textil. llevé dos remeras que en realidad ni llevé ni pagué, pero que sé me esperan porque sí me llevé la palabra del costurero y sí dejé unas monedas como seña. llegar a la citadina illia subiendo por la rue salguero a veces es como llegar al final de un cuento, con la nostalgia dulce de poder volver luego a la primera hoja.

la lenta maquinaria 
de construir los escudos
para todo lo que
de modo insospechado
resuena bajo la lluvia




lo que tiene de hermosa / lo tiene de insoportable
sensibility



viernes, 28 de septiembre de 2012


vida

el amor no es una construcción
es un encastre
sobre el que se puede hacer
una construcción 
(una casa, un edificio, un barco, un cañón)
*
veo a esa niña 
jugar con legos
y se me eriza la piel




lunes, 6 de agosto de 2012

martes, 17 de julio de 2012

los recovecos urbanos,
los pliegues de la piel,
las arrugas de las sábanas.
nada atrinchera.
efecto planicie
de cuando el dolor.

jueves, 12 de julio de 2012


Locura

cualquiera está librado
a Todo
por eso ‘La Náusea’ de Sartre
verbo de algo que sucede
en el estómago

pero Ellos
Ellos parecen pagar,
desde el oscuro encierro
de nuestras espaldas,
las deudas de todos

lunes, 2 de julio de 2012

vueltos 

el tema de led
que te hace hacer
la vertical con la cabeza
en un sillón

reembolso
en módicos espasmos
del niño
y sus veredas gigantes

y afuera insiste
la maquinaria eterna
del "hacia adelante
y con mesura".

http://grooveshark.com/s/Kashmir/yiUYK?src=5

domingo, 24 de junio de 2012


vosotros tumbareis

se te incrustan en el pecho
no sabés por qué, 
pero sí sabés que tiene que ver con tu nombre.
como un juego de encastre:
un sonido, un color, un niño, un viejo, una pluma en tu ventana
acoplándose, encajándose,
en los huecos del pecho.
recordándote que.

podés estar en el medio de la calle,
no les importa, te tumban.
hay que tener cuidado
con los nombres.

jueves, 24 de mayo de 2012

Reloj

En la habitación se detuvieron las agujas del reloj que colgaba de una pared. Quien lo había comprado años atrás dormía en la cama que estaba junto a la ventana. El reloj era cuadrado, marrón y de plástico: “chino”. Aires bovaristas poco decorosos enfundaban sus agujas con un papel metálico plateado, y trazaban, con notable vagancia, una serie de vetas irregulares que pretendían imitar la madera. Como si todo esto fuese poca humillación para la industria relojera, las agujas castañeteaban al marchar, y no me refiero al legítimo “tic-tac”, sino a un sonido estridente sin traducción convencional, parecido a: “chiquichik-chak”. Haremos un paréntesis histórico aquí para que el lector pueda dimensionar la aparente minucia que hemos descrito. Desde los inicios de la historia del reloj, allá por 1300, el sonido esperable siempre ha sido el mismo: “tic-tac”. Y esto no es un mero capricho conservadurista, la maquinaria interna de un reloj mecánico es un mecanismo de suma complejidad, y la limpieza del sonido que emite es un fiel retrato del ajuste de dicha maquinaria. Es por esto que un reloj fue por mucho tiempo una obra de arte. Y es por esto que los relojes a pila aún emiten aquel sonido característico: para mantener vivos los momentos adversos de su historia, conservar la identidad, y esas cosas que pasan en todas las comunidades. Además, el asentamiento de este sonido permitió a los seres humanos habituar el oído, y posteriormente el cerebro, pudiendo así dormir en su presencia sin que el inagotable compás alborote el sueño.
Esta digresión no sólo explica la calaña del reloj que protagoniza nuestro relato, sino que además explica algo crucial. Debido a las características del sonido en cuestión, a nuestro joven le llevó más tiempo del promedio iniciar los procesos de habituación mencionados, por lo que, en este caso, el repentino “no-castañeteo” de las agujas funcionó como despertador. Fue el silencio el que envió una señal de advertencia al interior del sueño que el muchacho que compró el reloj estaba soñando. De repente todo allí dentro enmudeció, y al despertar notó, no sólo que las manecillas estaban quietas, sino que todo a su alrededor descansaba en un profundo silencio. Pensó en levantarse y hacer lo de siempre para no dar importancia a la sensación fría que se le acababa de instalar en el pecho. Cuando se dispuso a hacerlo, retiró las sábanas, pero éstas no hicieron su típico frufrú, se puso las pantuflas, y éstas no rozaron entre sí, ni rechinó el suelo de madera cuando dieron su primer paso. Luego de algunos minutos de parálisis, y con un leve temblequeteo en sus manos y un brillo de transpiración en el rostro, nuestro protagonista desvió la dirección de sus pasos hacia el escritorio. Se sentó, mientras un pensamiento flotaba en el aire “quién se cree este venir a instalarse así en mi pieza”. Con un gesto de resignación tomó lápiz y papel, y como si escribiera algo que nítidamente se leía en un papiro del otro lado de su pecho, dibujó las siguientes palabras:

”el cosquilleo de las pestañas
cuando se arrima mi mirada
a tus ojos-tobogán”

Luego de separarse con desdén del papel y el lápiz, y como cualquier lector podrá anticipar, nuestro muchacho se dirige hacia la puerta con aires de abandonar la habitación, da un portazo y chiquichic-chak, todo a su lugar.

jueves, 19 de abril de 2012

recordando dónde soy


las imágenes hechizan, 
poco hay para ver 
cuando los pies andan 
un camino 
que aún no es.

todo lo que puedo ver todo lo que puedo ver es un territorio plagado de objetos, hilos, colores y figuras extrañas moviéndose, acercándose...