sábado, 16 de agosto de 2008


Me pica la cara interna del dedo anular, me rasco con la uña del dedo gordo de la misma mano. Se dibuja una especie de caracol con mis dedos. Qué significa. Quién te dice qué significa. Si no te metés ahí cualquiera te dice. El primero que pase. Pero no. Yo decido primero: significa que estoy imaginando, que busco con los ojos y me cuento historias. Y todo esto por qué. Porque si no puedo ser protagonista, al menos el narrador omnisciente.

Qué miro. Miro a mi alrededor buscando algún objeto cualquiera que en su fachada me traduzca lo que del otro lado de mi pecho está escrito. Ahí, en ese punto que no tiene tiempo ni espacio, que es tan escurridizo y anclado a la vez. El Punto.
Pensar que toda mi alma se condensa ahí mismo, en una metáfora sin geografía.

Se calma el punto cuando miro a un par de ojos ajenos como a un legendario papiro cargado de verdades eternas. Constriñe el punto mi pecho (como estrujándolo) cuando esos ojos ajenos y estos ojos míos descruzan las líneas imaginarias que llamamos mirada.
Se expande el punto hasta humedecer mis manos, cuando me encamino envalentonada hacia donde tendré que sacar a relucir mi coraje con cara de póquer. Y así sucesivamente, con toda mi alma.

¿Todo aquí es puro deseo de creer? Por qué no. Porque me desgrano en mil arenas cada vez. Pero como las veces no son frecuentes está bien, lo admito: sí.



Y he de comenzar a arrancarme de la piel tantos mundos, tantas ciudades que no son sino cemento y tiempo gris-muerto. Y he de sangrar por las ideas para que el tacto sea posible. Resignar una porción de esta subjetividad para sentir el aroma de una flor penetrar en la nariz, para escuchar los sonidos alrededor. Y he de morir para amar.

A un amigo

Me has hecho notar, o quizás recordar, que vivo aquí dentro y que respondo pocas veces cuando me hablan. Responde mi voz. Yo me siento a esperar que alguien me hable a mí. ¿Haré mal en agazaparme en un rincón? ¿debería gritar? ¿gritar qué?. Se trata de una exigencia que profiero: Sólo hablaré con aquel que me halla escuchado. La culpa montada en un búho me acecha de sólo pensar en tales pretensiones. Pero algo me dice que la pretensión es la expiación de algo que sólo es, sin más. Es: la alternativa del todo o nada: o las voces llegan a aquel rincón y puedo contestar, o no llegan. Un juramento: Y-o n-o l-o d-e-c-i-d-o. Siempre llegan voces que puedo reconocer, porque traen entre sus letras algunas de las entrelíneas que han tomado de mi hablar. Nos reconocemos, nos traducimos. El problema es olvidar lo que me has recordado: que la mayor parte del tiempo habla por mí una especie de cúmulo de clisés, hábitos lingüísticos, palabras autómatas, constantes exilios de mí; y yo que sé, cosas que pasan en las cuerdas de mi garganta.
Como hoy, cuando una voz llega airosa al genuino oído de mis entrañas, mi cara de escéptica se borra, y cree. Cree y cree. Cree y cree y cree sin parar y desesperada. Y yo que sé, me debo fe, lo sé. Una y mil veces me debo fe, pero me has recordado al menos que tuve y tengo el hálito para hablar, para invitar, porque aquí estás.

martes, 12 de agosto de 2008

escucho esta música y creo que estás por llegar.
por eso cruje la madera vieja de la puerta en mis oídos de ensoñadora.
apago los ojos
y tienes rostro tibio y una respiración que golpea en la quietud de mis cabellos.
traerás manos con líneas hechas por el tiempo.
mis hombros retratan la espera de tu abrigo alineado.
capullos a punto en el estómago.
pero el té necio, se entibia hasta enfriarse otra vez.

todo lo que puedo ver todo lo que puedo ver es un territorio plagado de objetos, hilos, colores y figuras extrañas moviéndose, acercándose...