viernes, 5 de diciembre de 2008

cursilerías

lo cursi,
cáscara de lo que realmente tiene peso en el pecho.
cáscara de palabras, de baratas a sofisticadas.
desaparecer todas las cáscaras deja desnudo al platillo de la balanza
en donde mido la masa de la sonrisa que se recorta en tu cara.

la ponderación es algo que se siente
como se siente la presión de una puerta apretando un dedo.
cosas paralelas al lenguaje.

sonrisa bella condensa
la mejor manera de aniquilar la constricción en mi pecho
cuando algo que germina en tu panza y en tu cabeza
converge en una suave encrucijada,
entre labio y labio.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Antifaz

sobretodo los ojos
los ojos con sobretodo
de plumas
el antifaz

y en la parte crucial del faz
dos huecos,
que airosos y triunfantes
relatan la gran mentira del anti

ojos de fiesta, emplumados
con la mirada intacta
(tanto la que va
como la que vuelve)

ese cordel elástico
artificialmente te retiene
mientras se mojan las plumas,
antifaz

jueves, 6 de noviembre de 2008

(escritos afectados de espontaneidad II)


No hay nada más allá del color de mis pinturas
los ojos azules de ese hombre
se decolorarán cuando se deslicen otras pinceladas

Y Lo que brilla será opaco
Y lo opaco brillará con soberbia

No hay nada más allá del color de mis pinturas
Y lo tragicómico del cuadro mutante
no son los tonos de mis óleos
sino este caprichoso pincel

miércoles, 5 de noviembre de 2008

(escritos afectados de espontaneidad I)

La trama, eso era, la trama.

Yo buscaba el guión, la palabra, o el momento, y no, era la trama
Eso que se teje con tu hilo enganchado, zurcido, enredado, o lo que sea,
pero con mi hilo, hilacha, piolín, cordel.
Eso que pasa cuando lees lo que escribo.
Leguas más acá de que captes que quiero decir.
Es verte viendo esto lo que hace a la trama
y la trama me hace a mí,
y te hace a vos,
y a mi con vos
y a vos conmigo.

Fue la araña que tejía su tela con babas, jadeante.
Todo para atrapar a alguien,
o para dejar pegoteado a algún transeúnte distraído,
o para mostrar la adherencia de su tela al tacto,
o para pasar el rato,
o para que la insulten cuando se pega a alguna parte del cuerpo,
y, principalmente, para comer,
para subsistir con (o a costa de, o gracias a) otro

sábado, 16 de agosto de 2008


Me pica la cara interna del dedo anular, me rasco con la uña del dedo gordo de la misma mano. Se dibuja una especie de caracol con mis dedos. Qué significa. Quién te dice qué significa. Si no te metés ahí cualquiera te dice. El primero que pase. Pero no. Yo decido primero: significa que estoy imaginando, que busco con los ojos y me cuento historias. Y todo esto por qué. Porque si no puedo ser protagonista, al menos el narrador omnisciente.

Qué miro. Miro a mi alrededor buscando algún objeto cualquiera que en su fachada me traduzca lo que del otro lado de mi pecho está escrito. Ahí, en ese punto que no tiene tiempo ni espacio, que es tan escurridizo y anclado a la vez. El Punto.
Pensar que toda mi alma se condensa ahí mismo, en una metáfora sin geografía.

Se calma el punto cuando miro a un par de ojos ajenos como a un legendario papiro cargado de verdades eternas. Constriñe el punto mi pecho (como estrujándolo) cuando esos ojos ajenos y estos ojos míos descruzan las líneas imaginarias que llamamos mirada.
Se expande el punto hasta humedecer mis manos, cuando me encamino envalentonada hacia donde tendré que sacar a relucir mi coraje con cara de póquer. Y así sucesivamente, con toda mi alma.

¿Todo aquí es puro deseo de creer? Por qué no. Porque me desgrano en mil arenas cada vez. Pero como las veces no son frecuentes está bien, lo admito: sí.



Y he de comenzar a arrancarme de la piel tantos mundos, tantas ciudades que no son sino cemento y tiempo gris-muerto. Y he de sangrar por las ideas para que el tacto sea posible. Resignar una porción de esta subjetividad para sentir el aroma de una flor penetrar en la nariz, para escuchar los sonidos alrededor. Y he de morir para amar.

A un amigo

Me has hecho notar, o quizás recordar, que vivo aquí dentro y que respondo pocas veces cuando me hablan. Responde mi voz. Yo me siento a esperar que alguien me hable a mí. ¿Haré mal en agazaparme en un rincón? ¿debería gritar? ¿gritar qué?. Se trata de una exigencia que profiero: Sólo hablaré con aquel que me halla escuchado. La culpa montada en un búho me acecha de sólo pensar en tales pretensiones. Pero algo me dice que la pretensión es la expiación de algo que sólo es, sin más. Es: la alternativa del todo o nada: o las voces llegan a aquel rincón y puedo contestar, o no llegan. Un juramento: Y-o n-o l-o d-e-c-i-d-o. Siempre llegan voces que puedo reconocer, porque traen entre sus letras algunas de las entrelíneas que han tomado de mi hablar. Nos reconocemos, nos traducimos. El problema es olvidar lo que me has recordado: que la mayor parte del tiempo habla por mí una especie de cúmulo de clisés, hábitos lingüísticos, palabras autómatas, constantes exilios de mí; y yo que sé, cosas que pasan en las cuerdas de mi garganta.
Como hoy, cuando una voz llega airosa al genuino oído de mis entrañas, mi cara de escéptica se borra, y cree. Cree y cree. Cree y cree y cree sin parar y desesperada. Y yo que sé, me debo fe, lo sé. Una y mil veces me debo fe, pero me has recordado al menos que tuve y tengo el hálito para hablar, para invitar, porque aquí estás.

martes, 12 de agosto de 2008

escucho esta música y creo que estás por llegar.
por eso cruje la madera vieja de la puerta en mis oídos de ensoñadora.
apago los ojos
y tienes rostro tibio y una respiración que golpea en la quietud de mis cabellos.
traerás manos con líneas hechas por el tiempo.
mis hombros retratan la espera de tu abrigo alineado.
capullos a punto en el estómago.
pero el té necio, se entibia hasta enfriarse otra vez.

viernes, 20 de junio de 2008


el hilo que sostiene a todo en su lugar es tan ínfimo
que los muros de los templos se tornan grotescos
el hilo que hace nudo ciego en esta alma
tiene más (sed) de fe irracional
en la posibilidad de un encuentro vulgo
que en la posibilidad de un encuentro con los dioses



ahí estaba
de peluca y antifaz
acurrucada a la vera de un par de líneas
adormecida en armónicos fonemas
meciéndose en la hamaca* del renglón crucial
que anula la futilidad de la existencia



*hurto de un significante
marqueta-saltapeople!


domingo, 8 de junio de 2008

Escribir
(con los ojos cerrados)
*
*
*
la más necia seducción
es la de estas letras
que insisten en mostrarme a la metáfora
antes que al sentido,
capturándome así en la voluptuosa sensación
de ser yo la hija de las palabras que escribo.
la coma es como ese espacio
****************************fugaz pero visible
entre el aire
y el último vestigio de tu sonrisa

el signo de interrogación
lo que circunscribe que aún no me decida

si gracias a vos
o culpa tuya

martes, 3 de junio de 2008

Escena I (Eros)
puedo repetir la escena
responsabilizándome por algunas distorsiones
(zoom a los ojos,
boca en primer plano,
palabras en eco acaparando al protagonista)
o puedo culpar a la reminiscencia por desfigurarla
en cualquier caso habrá un real:
el peso de la leyenda de un dios
sobre mi cuerpoespalda


Escena II (Tánatos)
mirabas cómo yo era víctima de la ficción
creyéndote a salvo de ella
pero el final del cuento te dio muerte
y notaste,
al compás de mi puñalada heroica,
que eras protagonista
y no espectador.

martes, 27 de mayo de 2008

Viernes 6/06
Próxima función de Teatro Espontáneo
Pasaje Reartes 66
21 horas
a cargo de "El Pasaje".
http://www.teatroespontaneo.com.ar/



(nunca hubo chivos en este blog
-a lo mejor es un buen inicio o una simple excepción-
pero realmente deseo compartir esta info,
disfruto mucho lo que hace esta gente)

jueves, 22 de mayo de 2008


basta relajar el combatiente escudo un instante
para verme la nariz pegada en vidrieras
que de cotidiano me son indiferentes

atiende un renegado:
vidas paralelas y
sentimientos evadidos,
por dos morlacos

escalofrío y manos húmedas
las monedas charlando en mi bolsillo
porque me cruzo de vereda

y si

el regreso a la acera ficcional
del yo quiero, yo decido, yo soy
con un tango oído en mis ojos
por aquella persiana baja

con toda mi modestia, con todas mis minúsculas:
un grano de polenta

tenía un grano de polenta en la cabeza, esa minucia dio comienzo a mis cavilaciones. me hizo pensar si escribías en una habitación de paredes peladas. si oías el ruido áspero del grafito raspando la hoja, o si era más bien la melodía suave de la tinta deslizándose.

¿tu cabello te hacía cosquillas en la mejilla derecha cuando des-encadenabas las palabras? los diestros por lo general inclinan la cabeza hacia la izquierda cuando escriben. a lo mejor no eras diestra. a lo mejor llevabas el cabello recogido.

¿tus rodillas soportaban el peso de tu cuerpo en la madera de una silla, así, como suele sentarse un niño? ¿o es que la posición de tu alma era más bien horizontal?

te imagino con ropas blancas y abrigos gastados, desmenuzados en los puños y codos. te pienso nuevamente oyendo el esquizofrénico-entrecortado-desdoblado sonido del lápiz gastándose en la hoja. como un murmullo de palabras yuxtapuestas.

te veo. tus ojos puestos en una profundidad acuosa que sólo puedo imaginarme por oposición con la plana superficie de esta hoja. mi piel erizándose. tres poemas me bastaron para verte llorar, para hacer atrevidas analogías con la seca piel de mis manos.

¿se oía la música tajante de las agujas de un reloj pinchando el silencio mientras agazapada en esa ventana observabas al pájaro mirándote desde la cornisa del edificio de enfrente?

miro el grano de polenta incrustado entre mi uña y mi carne, ¿comías sabiendo que hasta ese bocado desintegrándose en tu boca se tornaría mítico al evocarlo/pensarlo/imaginarlo/traerlo luego de tu muerte, Alejandra?

pavadas

un té

Creyendo que el agua
hervía en su olvido
evaporándose nuevamente,
oía los borbotones
re-claman-tes

Sin embargo
al llegar a la presunta escena de mi crimen
alguien te había retirado del fuego

y entonces
¿yo que oía cuando te oía?

Ominoso es
extrapolar esta anécdota de entrecasa
a percepciones
con equipotente apariencia de realidad
pero que exceden mi cocina

jueves, 15 de mayo de 2008

*
es la sh de Michelle, Paul
una actualización de quien soy
es el instante
escapándose y reteniéndose
en la sh de Michelle, Paul

porque,

todo el segundo que soy
es idéntico al segundo en que
una imagen, una palabra, un sonido
despereza los pelos de mis brazos

después y antes de eso,

aire

martes, 29 de abril de 2008

ay alejandra, alejandra, alejandra
(sin título)

El anonimato de mi pelo
El anonimato de las arrugas en mis manos
El anonimato de mis pestañas breves
El anonimato de mis copiosas cejas

Mi cuerpo árbol cayendo en bosque deshabitado

Parece ser que existo,
si,
pero de una manera tan difusa y general
como la manera en la que se responde a un nombre
dejando el millón crucial de cosas fuera
Ella

te imagino
con la garganta empachada
de afónicos abismos

vómitos atiborrados
de palabras escritas
en papeles amarillentos

acorralada
en el infinito espacio
del lenguaje

triste

lunes, 28 de abril de 2008

de cómo llegar

cada universo tiene
su lógica de fuerzas.
su dinámica.
su equilibrio.
su-pongamos.

aislaré una de las magnitudes de este universo:
la increíble fuerza con la que existe lo que casi no existe:
lo sutil: lo tenue:
eso que aquí es receptado como seductor,
estético.

la fuerza compensatoria
en este caso:
algún (no cualquier) impulso arrebatado.

la combinación en su justa dosis hace de la descrita
una de las fórmulas con la que se intercambia un pasaje
con destino: esta galaxia.

fórmula que transforma
a un (gram. art. indef.)
en él.

yo atiendo la puerta si conseguiste el boleto.

viernes, 25 de abril de 2008


Lo terrible de detectar indicadores corporales (empíricos)
es que luego se hace más difícil encajar cubos en esferas.

lunes, 21 de abril de 2008

Repeticiones

Me pregunto,
¿Cuál es el nexo entre esperar a que suceda algo negativo para actuar (y no actuar antes utilizando la especulación de la posible concreción de dicho suceso: prevenir-lo, precaución, etc.) y el hecho de que conjeturando que el viento dará vuelta la hoja que estoy leyendo sólo decidir sostenerla luego de que efectivamente se da vuelta interrumpiendo mi lectura?

Si comienzo por sostener la hoja cuando haya viento, y otras nimiedades similares, ¿tendrá un efecto terapéutico? ¿con el tiempo será dable esperar que si mantengo tal conducta el efecto se traslade a acontecimientos de mayor complejidad?

¿Será una posible vía conductista de combatir la compulsión a la repetición?
Pero,
¿para qué?

¿Será una hipótesis más progresiva asumir una satisfacción intrínseca e inherente a toda repetición?

¿Existirá una estética de la reproducción que trascienda el contenido y priorice la gestáltica: la figura: los acontecimientos repitiéndose, like a dark art-life warholeana?
(imagen: latas Campbell, Andy Warhol)

jueves, 17 de abril de 2008

Judithm (totallmmente)




"Sha sea genética,
sha sea danzas,
*


*
*
*
(...)
creo que con cualquiera
de las dos carreras
puedo hacer
un gran aporte a la humanidad"


**
*
*
*
*Juana y sus hermanas
-A Naranpol-
Anoche: insight (entrecortado) de caracteres personales.
En posible alusión al texto “La niña” de G. de la F.

Desafío vanamente el prematuro frío otoñal en la pseudocornisa de la ventana de mi habitación. Miro el cielo. Me miro. Escalofrío. Ridiculez. Frío. Ridiculez. Frío. Ridiculez en descenso.
El silencio insiste en hacerme creer en que todo ahí fuera y aquí dentro es Uno. Ridiculez en ascenso. Pudor solitario. Frío. Ridiculez en descenso.
Una imagen de contraste se me viene a la mente (al tiempo que una hoja verde rozando mi tobillo. Oscuridad y pavura a los bichos. Movimiento brusco. Hoja lejos.): la imagen, un objeto rosado se desliza (como bailando) dejando una sombra oscura en la pared. Mi piel, mi sonrisa, mis gritos, mi actitud payaseca, mi entusiasmo. En la pared mis pensamientos, mis cavilaciones, mis retorcidas conclusiones, mi yo pensado por los pensamientos. La lu(z) sombría. ¿quién diría que esa chica tan alegre…?
Otra imagen usurpa mi mente: mis manos moviéndose y mis ojos perdidos, clavados en un punto-todo que es un hueco-nada. Ella soñando/pesadilleando despierta, con una constancia considerable que explica la mayoría de sus actos distraídos, pero que no explica el porqué se explica esto así. Qué la lleva a. Qué hace que piense en. Porqué con tanta insistencia.
Anoche noche de insight de algunos caracteres personales. O por lo menos ellos dicen que. Quizás. Intento de hacer el intento. Quizás.

domingo, 13 de abril de 2008

*
*
Si llego a vieja, el roce de mis pies (mi ella se acaricia) aún me delatará que estoy por dormirme. El mudo y arrugado automatismo será más fiel al narrarme a la niña, que todo aquello que puedan articular mis labios. Las puntillas de la historia no tienen traducción en el cuerpo. Quizás sólo eso reste de certero acerca de quién soy.

Sospecho que a la fatal posibilidad de elegir un cuento de entre los cuentos (que me contaré y le contaré a mis nietos), junto a las caricias en tiempo reflexivo (que configuran el aura de un tranquilo reposo), subyace el garabato (absurdo) de una soledad insalvable.

jueves, 10 de abril de 2008


La librería jurídica y un rapto de moralidad.
(más que letras, vísceras)

De cómo intentar dejar de escribir acerca de sombras.
De cómo aparecen resabios en el intento.

Querida señora mía,
me acerco a dejarle este papel, para contarle una historia. Una de esas historias irrelevantes que no hacen más que ubicarse en un sinnúmero más de acontecimientos que se disuelven al ingresar en la vorágine del tiempo-espacio de la vida cotidiana. Cuantas cosas deja uno pasar. Que sillón cómodo suele ser el day after day.

La librería Jurídica:
Me hallaba yo mirando los números de los locales de la calle Duarte Quirós. Cuando encontré el que buscaba, indefectiblemente entré. Es tan simple existir a veces. Una librería Jurídica.
( frente a una mujer sentada en un escritorio, al final del saloncito. )
-Hola, que tal. Estoy buscando un libro… no me acuerdo bien el nombre, algo sobre las dimensiones de la criminalidad…Lo piden en cuarto año de Psicología.
-Hola, cómo estás. Si, si, es éste (su tono es agradable, cálido. Estira su mano y saca un ejemplar de detrás suyo).
-¿Aceptan tarjetas de crédito? Ando sin efectivo…
-Si, pero sólo x.
-Ah… (me afligí, realmente tenía ganas de adquirir el libro) No tengo esa tarjeta…Y no tengo plata tampoco. Pero, ¿Cuánto sale?
- Mirá, sale $18, pero acá tengo un ejemplar que te lo puedo dejar a $10, porque tiene estas rayitas (me muestra unas imperfecciones de edición y me explica algo sobre un editor que según ella era nuevo, novato o no sabía editar bien, porque había olvidado quitar los márgenes, y cosas así. Yo: cara de poker, quería el libro y no tenía plata, era un hecho.).
-Si, gracias… Pero de verdad que no tengo plata.
-Bueno, llevalo... después me lo pagás.
-(La miro. La sigo mirando.)
Creo que titubee en responderle, porque no sabía si había oído bien. Después me preguntó cómo me llamaba y supuse que sí, que había entendido bien, me estaba pidiendo el nombre como para una mínima identificación ya que si aceptaba, tenía que regresar a abonar el libro. Creo que dudé de mi sentido auditivo, aunque la distancia no hacía mérito, porque me resultaba simplemente no-creíble/posible, al menos poco probable.
-(mi cara debe haber sido de desorientación) Muchas gracias (lo dije con el mayor énfasis que pude, y estoy segura de que no se notó). Mañana mismo, a esta hora, cuando salga de clases vengo y le traigo la plata.
Caminando hacia la puerta volví a decirle muchas gracias. A veces me pasa, en situaciones inusuales o inesperadas, que quiero decir algo más para que el otro se aproxime aunque sea un poco a mi estado y lo que sucede es que me convierto o en un vegetal o en un disco rayado.


Viaje ético-existencial
Fue el no-intercambio de mercancía por dinero lo que me debe haber conmocionado. Yo estaba saliendo del local con un libro en mis manos, y no había dado más que mi palabra a cambio. Fue regresar al trueque. Libro por palabra. Un trueque platónico. Fue genial.
El día: (que era considerablemente agradable) tan otoñal, tan hojas-secas-tapizando-el-gris-ciudad, tan presente y airoso. Quizás fue ese agradable día impregnándose en mi piel, y su intensa compañía durante el largo camino de regreso, el que contribuyó a que una singular cadena de pensamientos circulara por mi cabeza: la gente cree en la gente, todavía la gente cree en la gente, los desconocidos pueden encontrarse, las miradas verdaderamente son más que iris y pupilas enfocados, la mujer sabe que voy a regresar, la mujer sabe que voy a regresar, la mujer sabe que voy a regresar, ¿cómo es que lo sabe?, ¿mi alma, finalmente, se había salido por mis poros?
Algo de perfección había en todo esto.

La caverna
Al día siguiente, en la facultad, era una de las únicas que ya había “comprado” el librito. Salí de clases y a la hora indicada fui a la librería jurídica. Busqué a la mujer y sospecho que sorprendida de verme cumplir mi palabra tan al pie de la letra (día y hora) me dijo:
-¡Ay, pero que divina!
Le di los diez pesos, saludé y me fui.
Su breve comentario esfumó un poco mis patéticos pensamientos idealistas del día anterior. Me dio la sensación de que su aire de asombro se debía simplemente a que yo podría no haber ido. No me gustó que se asombre porque ella había sido la protagonista de aquellos pensamientos idealistas
. ¡Qué exigente me vuelvo a veces!
Le conté a un par de amigas esta pequeña historia, que la podría titular: “me vieron cara de buena”. Me recuerda a que varias veces en mi corta vida me dijeron que tengo cara de buena, y que para mí esas veces siempre significaron no animarse a decirme que tengo una cara más bien común, confundible; de todas formas, el rostro nunca me había socorrido en apuros mercantiles.

Para finalizar. Escucho durante dos o tres días, de pasillo, a mis compañeros hablando acerca de este libro, cosas sueltas como estas: dimensiones de la criminalidad, editorial x, la librería, tribunales, $10, librito, tribunales, dimensiones, $10, $10, $10,... No se si fui yo o fue real, pero esos “$10” se hicieron insistentes, era recurrente, extraño. Hasta que lo vi y lo saludé: hola despreciable après-coup. Ahora entiendo lo que nos querías decir Teodoro, cuando nos explicabas que Anteo murió en el instante en que quitó los pies de la Tierra. El libro (pulcro, sin editores desprolijos/novatos/nuevos, ni márgenes olvidados) salía $10 (es decir: cuenta el cuento que para vender algo que no se puede vender te “meten el perro”, como por ejemplo te obsequian el perro de que te están haciendo un descuento y que creen en tu honestidad). Todo se resumió en recordar la cara de aquella mujer, protagonista de mis pensamientos por unos minutos de caminata, gasolina de la nave que me llevó a dar unas vueltas por el espacio sideral de la humanidad. Reconozco que ese día me colgué. Pero ese cuelgue estaba más reconfortante que las frases que ahora se me venían a la cabeza:

costo beneficio
costo beneficio
estúpida estudiante en frente
encajar libro que no se vende
= ganancia.
Clín. Caja.

Estúpida, estúpida, estúpida. De boluda te vieron la cara.

Proporcionando la ganancia del local con mi bronca, o mi pérdida económica con mi rapto de moralidad, las medidas son totalmente desproporcionadas. Sugiero una idea: Es la absoluta conciencia de estar tomando por boludo/paspado al otro que uno tiene en frente con una finalidad tan mísera (encajar un libro no-encajable) lo que me hierve un poquitito (212 grados farenheit) la sangre. Aunque no niego que mi ingenuo asombro existencial tiene casi el papel principal. ¿Serán estrategias comerciales? ¿Será la raza humana? ¿Estaré exagerando? No me interesa demasiado, mi manos me piden, señora, que le cuente esta historia. El sillón está cómodo, pero a veces hay que pegar un salto.

Para finalizar,
en escena una caverna, un fuego, y prisioneros anclados ahí dentro de tal forma, que sólo logran ver las sombras de los movimientos que se suceden fuera.

Algunas aclaraciones, señora:
Acerca de mi lectura/escritura de los hechos.
Esto parece tener más dimensiones de las que tuvo (aunque paradójicamente, la situación real sin tener grandes dimensiones acumuló una considerable cantidad de pulsión agresiva en mi aparato psíquico), así que debo pedir unas extrañas disculpas (extrañas porque a las disculpas me las debería pedir ud. a mí, más allá o más acá de las vicisitudes de mi texto). También es cierto que cuando uno lleva una historia relativamente sencilla al papel, esta parece adquirir mayor envergadura. Es que las palabras se toman su espacio, su tiempo.

La cuestión quizás tenga que ver también con un factor ineludible: escribo esto mientras escucho The Beatles (creo que me acentúa una idea que tengo, nothing’s gonna change my world, nothing’s gonna change my world), ud. sabrá que los Beatles, son los Beatles. Jai Guru De Va Om.

Es cierto también que usted ha dado con una casualidad, a esta persona (je-yo-I-io) le gusta escribir y a veces se cuelga pensando en cosas aparentemente triviales, normales, nimias, usuales, contingentes, posibles, etc. Esta historia fue carne demasiado fresca como para no escribirla, le pido otras extrañas disculpas, señora.

Estas aclaraciones se deben a un sentir: siento que quizás ud. no debería leer esto (aunque me encargue personalmente de ello). Porque pienso (permitiéndome proseguir portando este rostro de boluda) que quizás a una viveza criolla no haya que reprenderla con palabras tales, que si bien son respetuosas, también cierto es que ironías y parodias pueden guardar una crueldad insospechada. Recuerdo: una vez el padre de una amiga nos dijo que seamos cuidadosas con los juicios y con las criticas gratuitas hacia los demás, porque uno nunca sabe donde terminan de caer/rodar las piedras. Por esto la más puntual de las aclaraciones, la de mi intención: no quiero que la piedra le caiga en la cabeza, sino a un costado, lo suficientemente cerca para que el ruido haga que se de la vuelta, para que ud. pueda ver qué sucedió, qué causó ese ruido. Otra metáfora con las piedras: ponerle una piedra al molinete de las acciones cotidianas, para que se detenga. El molinete tiene mucha fuerza así que la piedra va a saltar y el molinete va a continuar su circuito voraz. No pretendo más que ese instante previo.

Me sigue resonando lo tragicómico y paradojal de la escenografía: una librería jurídica. Cuestión de contingencias quizás.

Le confieso, señora, que las palabras a veces me son un calvario, pero elaboro el antídoto con el mismo veneno. De algo hay que vivir.

miércoles, 2 de abril de 2008

El instante

Algunas pisadas hacen que las cosas que duermen por acá alrededor, hablen. Mi problema no es pisar, sino desconocer la profundidad de las huellas. Mi problema no es tocar, sino las marcas que quedan en los dedos. El camino se va dibujando, y es sólo de ida. El cuerpo se va modelando, y no es reciclable. Y voy siendo. Tan fugazmente.

El instante siguiente a una de esas pisadas, una descripción fenomenológica y algo más:
Un punto al lado de otro punto y otro y miles: un televisor, que sin perspectiva se une por otros millones de puntos a las demás figuras. Es una superficie plana. Como un cuadro, una pintura de mi vida cotidiana. Luego, sensación a que todo lo que hay a mi alrededor invade mi cuerpo, metiéndose por los poros; las migas en el mantel, el mantel, los adornos, las plantas; todo metiéndose, en todas direcciones. Las cosas me hablan, me gritan, cada objeto se convierte en su metáfora. Es el instante en el que no veo lo que veo. Es el instante en donde una silla, una puerta, condensan toda mi existencia. Mi existencia olvidada en tazas de té, en incontables desayunos tomados en ese mundo que suelo habitar y que ahora se proyecta delante de mí, como una película. Es tan encantadoramente demencial. Verme viendo. Tan efímeramente sorprendida. Volviendo a creer en lo irracional, en los milagros, en el destino, en las esperanzas, en las moralejas, en el silencio, en los sentidos ocultos detrás de las vivencias, en la pesadez del ser. En mí.

Esos instantes tienen algo mítico. Algo de verdad. Algo de sentido. Al menos su ominosa estructura (demasiados factores engañando a la contingencia: el silencio, la noche, la soledad, el recuerdo de esas últimas pisadas y el presunto descubrimiento de la profundidad de sus huellas).

Y todo después de mis pies ingenuos pisando ahí.
Cuando me corrí, ya nada era ni iba a ser igual.
Comenzaba ese instante parecido a la eternidad.

viernes, 28 de marzo de 2008

Las palabras rebotan en mi oído, sólo es que
nunca dejé de escuchar esta misma voz...
“Blackbird fly Blackbird fly. Into the light of the dark black night.”

jueves, 20 de marzo de 2008

*
creo ver esa bendita
línea que lo separa todo,
Tan Delgada
*
mientras repito
Nothing' s gonna change my world,
nohing' s gonna change my worlD..

viernes, 14 de marzo de 2008

The Dog Song

*
Falta eso de pasear un perro y ser feliz. Inventar ladridos y lenguajes nuevos. Saltar. Comer unas medialunas mientras Nellie McKay toca su piano y le da golpecitos. Seguro que podría ser bueno hablar con ella.Descifrar el arte de la risa. No, mejor no descifrar nada. Pasear ladrillos por las calles de Salta. Waf waf. Llenarse de picante la boca luego de comer empanadas. Waf. Nada de simbolos. De vasos de plásticos que sean el mundo o el abandono.Nada de terapias para solucionar la falta de Dios.Solo saltitos. Golpes al piano. Descubrir lo especial de cada momento especial. Sacar la lengua. Saber que cuando uno ama es verdadero. Luego uno termina siendo economista o pianista o esposo o escritor o cuidador de la puerta o de la cultura o el que esta a la derecha de la tía o el nieto mas grande o miles de cosas mas or a good dog.
Juan Soto
saltapeople!

lunes, 25 de febrero de 2008



*
*
Y no me digas que no es cierto.
La grieta que llevo en mi pecho
es la misma rendija por la que entra el aire.
Sino amar no sería lo que es.
*
Sino amaríamos como psicóticos.
*

jueves, 21 de febrero de 2008

Un Argumento Gráfico

*

"Stairs"
Pete Revonkorpi
* *
*

*
*
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*
*
*
*
*
*
*
**

es cierto, los colgados
pierden cosas por ahí
pero sueñan mucho

martes, 19 de febrero de 2008


...
en un conventillo del siglo XVII
fundado por uno de los seis jesuitas,
descansa mi memoria.
A veces la vida es tan cabrona,
que pierde los recuerdos a estrenar
en adoquines demasiado antiguos.

A Nacho y Vero


Le golpeé un sonido al mundo: “noc noc”.
Una inmensa puerta se abrió dejándome ver el interior de esta casa esférica.
Por fin me asomé para entender.
Y todo ahí dentro era un gran
                                                                      hueco.
                                                                                   El mundo era cavidad.

jueves, 14 de febrero de 2008

.
sigo viendo

.

.

cómo el agua que debería mojarme,
hace charcos ahí afuera.

¿hasta cuando?

domingo, 27 de enero de 2008

Porcelana

Una niña fría y frágil como la porcelana clava sus ojos en los míos, y esa estática escena parece emitir un juicio que es casi una condena.
Camino a su alrededor, mareándome. Ella, con una firme y segura inmovilidad, me sigue con sus ojos hasta donde le es posible.
Mueve uno de sus pequeños brazos con una suavidad y cuidado que merecen toda mi atención. La palma de su mano mira al cielo al tiempo que sus dedos se extienden, en un gesto de invitación.
Mi única reacción es un temblor que comienza en mis vísceras para terminar por debilitar mis extremidades. Balbuceo una estúpida pregunta: “¿Te dirigís a mí?” Sus ojos suspendidos en los míos cobran una intensidad casi insoportable, siento que mis pupilas son invadidas de mensajes que no puedo descifrar. Mis pestañas arden.
Su brazo cansado vuelve a descansar, cuidadosamente, al costado de su silueta, tan pequeña y vulnerable.
El pelo lacio se acomoda en sus hombros y cubre lentamente su rostro cuando la pequeña traslada su mirada hacia el suelo, esta vez, en un gesto de absoluta resignación. Siento ese movimiento como la condensación de todo lo irreversible que ha sucedido en mi modesta vida. Sin entender cómo, lo sé, sé que nunca más volverá a mirarme; cada uno de sus movimientos irradia una inexorable determinación.
Su delicado vestido blanco se tiñe de negro, y en medio de ese luto, mis pies descalzos se mojan con el líquido que derraman sus ojos.
Una desesperante y confusa impotencia me estremece y obliga a sacudir de sus bracitos con fuerza brutal. Al soltarlos la miro expectante: cae tiesa al suelo, quebrándose y esparciéndose como un cacharro viejo, arrojado desde gran altura.
Me siento al borde de mi cama, con hormigas caminándome por encima y por debajo de la piel. Al mirarme encuentro que mis ojos se hallan anclados en un estrecho suelo de té frío, abandonado en el fono de mi taza. Juntos configuran el cuadro de una tristeza tan melancólica como simple. Mis manos adormecidas y torpes yerran en tomarla por el asa; la taza estalla en pedazos contra el piso. Una inexplicable y sedienta nostalgia me invade a golpes, llenándome de desconcierto. De mis ojos brotan anchas y profundas lágrimas, casi exactamente como si aquello derramado en el piso fuese el último suspiro de una pureza que en un remoto tiempo me hubo pertenecido. Casi como aquello que no se conserva una vez transcurrida la infancia.

todo lo que puedo ver todo lo que puedo ver es un territorio plagado de objetos, hilos, colores y figuras extrañas moviéndose, acercándose...