martes, 21 de noviembre de 2006

(el cuadro de la pérdida constituyente)

Que necesidad de hacerte cantar Mona Lisa, a ver si de una vez abrís esa boca, y nos hablás de los misterios de la humanidad, condensados en la vida de tantos Leonardos.
Tantos Leonardos eternos buscando a pinceladas aquella sonrisa inmaculada, que nos devuelva todo lo que nos han quitado, en el más mudo de los silencios, y la más dulce, verdadera y penetrante de las miradas. Siempre hacemos lo mismo, te dibujamos perfecta porque así creemos haberte tenido; las pinceladas nos son inherentes, es nuestra forma de retener eso que se escapa, aunque sea en el trozo de un lánguido y fatigado papel.
Al final las pinturas de cualquiera son las pinturas de todos; es ese exacto punto del arco iris, en donde las palpables diferencias (que reclaman los matices) se hacen tan indiferentes como exasperantes. Ahí donde los colores no se distinguen estamos los Leonardos; en el minúsculo fragmento donde quepa la humanidad toda; en el majestuoso espacio del “casi”.
Didi y Gogo te esperan Mona, están debajo de aquel árbol, el mismo de siempre, en donde cada noche se separan para reencontrarse en un abrazo y repetir el absurdo sin si quiera notarlo. Si abrieses la boca Mona, podríamos cantar con los pájaros el descanso de la esperanza. De una vez por todas, escápate de ese bendito papel y corre lejos de aquel museo, hazte sangre corriendo por las venas, cura las cicatrices de las alas invisibles.
abril 1452

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todo lo que puedo ver todo lo que puedo ver es un territorio plagado de objetos, hilos, colores y figuras extrañas moviéndose, acercándose...