sábado, 2 de junio de 2007

Una pintura en el suelo

Tela blanca llena de mí, dedos deslizándose entre colores brillantes e intensos, pasteles, oleos. Pinceladas empapadas, copiosas, generosas.
Desgraciada. Desgraciada y desagradecida, tirada ahí en el suelo, hecha un mamarracho. Como una mujer que no sabe maquillarse, y se pintarrajea. Mira lo que has hecho de mi arte.
Te revestí con los colores más exquisitos, te dibuje perfecta, hice que dejases de ser un inútil paño de tela, desabrido, amarillento.
¿No tienes un hilo de humildad en tus tramas desprolijas?
Una ventana abierta, una suave brisa, ¿eso te ha alcanzado para vacilar? ¿para tirarte así en el suelo? ¿para escapar a estos vanidosos ojos? ¿para desemplear a esta mano y a este pincel? ¿no te da vergüenza, asco, pena, pudor, dolor? No, claro.
Me miras desde ahí, garabato de pintura, y aún te atreves a reclamar, a pedirme que te recoja. ¡Aún te atreves a mirar! ¡Garabato de pintura, astilla de arte!
Corrieron mis manos hacia vos cuando el viento que entró por la ventana me confesó que no era lealtad lo que hacías sobre ese caballete, era inercia. Simple y amarillenta inercia, igual que tus hilos, flacos y viejos, pedazo de lienzo, desgraciada tela.
Corrieron mis manos y nos vimos. Yo me vi en tu desgano y vos te viste en mi pedantería. Vos te viste perfecta en el espejo de mis ojos, yo te vi en el suelo hecha un mamarracho. Eso explica la escena, vos esperabas, y yo me iba. Dulce garabato de pintura, algún dia tendrás que perdonarme; no tiembles que he cerrado la ventana, no hay viento que te haga vacilar.
Tomo el caballete, te miro una última vez, mi espalda comienza a ser tu horizonte, y se baja el telón.
Dulce garabato de pintura, adiós.

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todo lo que puedo ver todo lo que puedo ver es un territorio plagado de objetos, hilos, colores y figuras extrañas moviéndose, acercándose...