sábado, 7 de septiembre de 2013
Los surcos del pensamiento popular pueden estar arados a tal punto que si no contestás lo que hay que contestar para formar parte del club de los aparentemente felices pero profundamente tristes, automáticamente pasás a formar parte del oscuro club de los claramente locos. Un boliche viejo que siempre queda del otro lado de la vida, digo, del otro lado de la vía que divide al pueblo. Dos o tres canchitas llenas de yuyo y mucho barro. Y esto porque no alcanza con hacer del loco un sinónimo de lo diferente. También tiene que ser sucio y viejo. Ahora, lo que no entiendo es por qué me dejo enhebrar una y otra vez por esto, cada vez que la mina, el pibe, la dama o el señor saca a relucir esa mirada de coté para decretar que alguien no está "in". Me dejo enhebrar, como si los afiliados al club de los aparentemente felices pero profundamente tristes la sacaran barata. Hay que mantener el club de ese césped, digo, el césped de ese club. Todo un laburito.
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