lunes, 16 de octubre de 2006

Pestañas

Pestañas, y mi obsesión por ellas.
A veces se quedan tiesas, la mirada fija. Las imágenes no se corresponden con lo objetos que posan delante. Le llaman mirada perdida, aunque sea la más encontrada.
Cuerpo de piedra, piel de tela, una estatua cubierta del público se retrae.
Las pestañas aún no se mueven, las imágenes no se detienen, sólo durará un instante.
Descubro que el azúcar se disuelve, de a poco, casi imperceptible. Se diluye, se pierde en los mares salados. Sin embargo me deja todo, el sabor. Lo siento.

Me ven quieta. Yo soy movimiento, soy alma agitada y pulso galopante, los segundos más ciertos y más intensos. Algunas pestañas caen, otras se mojan, quizás los dientes se quiebren a golpes, o muestren una sonrisa. Todo puede suceder en el instante detrás de la tela. Blanca, pura, cierta.
Todos miran y nadie ve nada. Alguien me tira una moneda y se queda expectante. Las pestañas se arquean, el agua se evapora, casi por obligación. La tela comienza a caer, suave, la exhibición a flor de piel. El cuerpo responde. Las pestañas vuelven a su andar, la mirada relaja su rigidez ciega, mira a la gente anónima, a los autos pasar. Mis movimientos se corresponden con los espacios, mis ojos pueden ver a los objetos posando delante de mí. Nadie notará nada. A nadie se le ocurrirá decir que ando con la mirada perdida.

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todo lo que puedo ver todo lo que puedo ver es un territorio plagado de objetos, hilos, colores y figuras extrañas moviéndose, acercándose...