martes, 29 de abril de 2008

ay alejandra, alejandra, alejandra
(sin título)

El anonimato de mi pelo
El anonimato de las arrugas en mis manos
El anonimato de mis pestañas breves
El anonimato de mis copiosas cejas

Mi cuerpo árbol cayendo en bosque deshabitado

Parece ser que existo,
si,
pero de una manera tan difusa y general
como la manera en la que se responde a un nombre
dejando el millón crucial de cosas fuera
Ella

te imagino
con la garganta empachada
de afónicos abismos

vómitos atiborrados
de palabras escritas
en papeles amarillentos

acorralada
en el infinito espacio
del lenguaje

triste

lunes, 28 de abril de 2008

de cómo llegar

cada universo tiene
su lógica de fuerzas.
su dinámica.
su equilibrio.
su-pongamos.

aislaré una de las magnitudes de este universo:
la increíble fuerza con la que existe lo que casi no existe:
lo sutil: lo tenue:
eso que aquí es receptado como seductor,
estético.

la fuerza compensatoria
en este caso:
algún (no cualquier) impulso arrebatado.

la combinación en su justa dosis hace de la descrita
una de las fórmulas con la que se intercambia un pasaje
con destino: esta galaxia.

fórmula que transforma
a un (gram. art. indef.)
en él.

yo atiendo la puerta si conseguiste el boleto.

viernes, 25 de abril de 2008


Lo terrible de detectar indicadores corporales (empíricos)
es que luego se hace más difícil encajar cubos en esferas.

lunes, 21 de abril de 2008

Repeticiones

Me pregunto,
¿Cuál es el nexo entre esperar a que suceda algo negativo para actuar (y no actuar antes utilizando la especulación de la posible concreción de dicho suceso: prevenir-lo, precaución, etc.) y el hecho de que conjeturando que el viento dará vuelta la hoja que estoy leyendo sólo decidir sostenerla luego de que efectivamente se da vuelta interrumpiendo mi lectura?

Si comienzo por sostener la hoja cuando haya viento, y otras nimiedades similares, ¿tendrá un efecto terapéutico? ¿con el tiempo será dable esperar que si mantengo tal conducta el efecto se traslade a acontecimientos de mayor complejidad?

¿Será una posible vía conductista de combatir la compulsión a la repetición?
Pero,
¿para qué?

¿Será una hipótesis más progresiva asumir una satisfacción intrínseca e inherente a toda repetición?

¿Existirá una estética de la reproducción que trascienda el contenido y priorice la gestáltica: la figura: los acontecimientos repitiéndose, like a dark art-life warholeana?
(imagen: latas Campbell, Andy Warhol)

jueves, 17 de abril de 2008

Judithm (totallmmente)




"Sha sea genética,
sha sea danzas,
*


*
*
*
(...)
creo que con cualquiera
de las dos carreras
puedo hacer
un gran aporte a la humanidad"


**
*
*
*
*Juana y sus hermanas
-A Naranpol-
Anoche: insight (entrecortado) de caracteres personales.
En posible alusión al texto “La niña” de G. de la F.

Desafío vanamente el prematuro frío otoñal en la pseudocornisa de la ventana de mi habitación. Miro el cielo. Me miro. Escalofrío. Ridiculez. Frío. Ridiculez. Frío. Ridiculez en descenso.
El silencio insiste en hacerme creer en que todo ahí fuera y aquí dentro es Uno. Ridiculez en ascenso. Pudor solitario. Frío. Ridiculez en descenso.
Una imagen de contraste se me viene a la mente (al tiempo que una hoja verde rozando mi tobillo. Oscuridad y pavura a los bichos. Movimiento brusco. Hoja lejos.): la imagen, un objeto rosado se desliza (como bailando) dejando una sombra oscura en la pared. Mi piel, mi sonrisa, mis gritos, mi actitud payaseca, mi entusiasmo. En la pared mis pensamientos, mis cavilaciones, mis retorcidas conclusiones, mi yo pensado por los pensamientos. La lu(z) sombría. ¿quién diría que esa chica tan alegre…?
Otra imagen usurpa mi mente: mis manos moviéndose y mis ojos perdidos, clavados en un punto-todo que es un hueco-nada. Ella soñando/pesadilleando despierta, con una constancia considerable que explica la mayoría de sus actos distraídos, pero que no explica el porqué se explica esto así. Qué la lleva a. Qué hace que piense en. Porqué con tanta insistencia.
Anoche noche de insight de algunos caracteres personales. O por lo menos ellos dicen que. Quizás. Intento de hacer el intento. Quizás.

domingo, 13 de abril de 2008

*
*
Si llego a vieja, el roce de mis pies (mi ella se acaricia) aún me delatará que estoy por dormirme. El mudo y arrugado automatismo será más fiel al narrarme a la niña, que todo aquello que puedan articular mis labios. Las puntillas de la historia no tienen traducción en el cuerpo. Quizás sólo eso reste de certero acerca de quién soy.

Sospecho que a la fatal posibilidad de elegir un cuento de entre los cuentos (que me contaré y le contaré a mis nietos), junto a las caricias en tiempo reflexivo (que configuran el aura de un tranquilo reposo), subyace el garabato (absurdo) de una soledad insalvable.

jueves, 10 de abril de 2008


La librería jurídica y un rapto de moralidad.
(más que letras, vísceras)

De cómo intentar dejar de escribir acerca de sombras.
De cómo aparecen resabios en el intento.

Querida señora mía,
me acerco a dejarle este papel, para contarle una historia. Una de esas historias irrelevantes que no hacen más que ubicarse en un sinnúmero más de acontecimientos que se disuelven al ingresar en la vorágine del tiempo-espacio de la vida cotidiana. Cuantas cosas deja uno pasar. Que sillón cómodo suele ser el day after day.

La librería Jurídica:
Me hallaba yo mirando los números de los locales de la calle Duarte Quirós. Cuando encontré el que buscaba, indefectiblemente entré. Es tan simple existir a veces. Una librería Jurídica.
( frente a una mujer sentada en un escritorio, al final del saloncito. )
-Hola, que tal. Estoy buscando un libro… no me acuerdo bien el nombre, algo sobre las dimensiones de la criminalidad…Lo piden en cuarto año de Psicología.
-Hola, cómo estás. Si, si, es éste (su tono es agradable, cálido. Estira su mano y saca un ejemplar de detrás suyo).
-¿Aceptan tarjetas de crédito? Ando sin efectivo…
-Si, pero sólo x.
-Ah… (me afligí, realmente tenía ganas de adquirir el libro) No tengo esa tarjeta…Y no tengo plata tampoco. Pero, ¿Cuánto sale?
- Mirá, sale $18, pero acá tengo un ejemplar que te lo puedo dejar a $10, porque tiene estas rayitas (me muestra unas imperfecciones de edición y me explica algo sobre un editor que según ella era nuevo, novato o no sabía editar bien, porque había olvidado quitar los márgenes, y cosas así. Yo: cara de poker, quería el libro y no tenía plata, era un hecho.).
-Si, gracias… Pero de verdad que no tengo plata.
-Bueno, llevalo... después me lo pagás.
-(La miro. La sigo mirando.)
Creo que titubee en responderle, porque no sabía si había oído bien. Después me preguntó cómo me llamaba y supuse que sí, que había entendido bien, me estaba pidiendo el nombre como para una mínima identificación ya que si aceptaba, tenía que regresar a abonar el libro. Creo que dudé de mi sentido auditivo, aunque la distancia no hacía mérito, porque me resultaba simplemente no-creíble/posible, al menos poco probable.
-(mi cara debe haber sido de desorientación) Muchas gracias (lo dije con el mayor énfasis que pude, y estoy segura de que no se notó). Mañana mismo, a esta hora, cuando salga de clases vengo y le traigo la plata.
Caminando hacia la puerta volví a decirle muchas gracias. A veces me pasa, en situaciones inusuales o inesperadas, que quiero decir algo más para que el otro se aproxime aunque sea un poco a mi estado y lo que sucede es que me convierto o en un vegetal o en un disco rayado.


Viaje ético-existencial
Fue el no-intercambio de mercancía por dinero lo que me debe haber conmocionado. Yo estaba saliendo del local con un libro en mis manos, y no había dado más que mi palabra a cambio. Fue regresar al trueque. Libro por palabra. Un trueque platónico. Fue genial.
El día: (que era considerablemente agradable) tan otoñal, tan hojas-secas-tapizando-el-gris-ciudad, tan presente y airoso. Quizás fue ese agradable día impregnándose en mi piel, y su intensa compañía durante el largo camino de regreso, el que contribuyó a que una singular cadena de pensamientos circulara por mi cabeza: la gente cree en la gente, todavía la gente cree en la gente, los desconocidos pueden encontrarse, las miradas verdaderamente son más que iris y pupilas enfocados, la mujer sabe que voy a regresar, la mujer sabe que voy a regresar, la mujer sabe que voy a regresar, ¿cómo es que lo sabe?, ¿mi alma, finalmente, se había salido por mis poros?
Algo de perfección había en todo esto.

La caverna
Al día siguiente, en la facultad, era una de las únicas que ya había “comprado” el librito. Salí de clases y a la hora indicada fui a la librería jurídica. Busqué a la mujer y sospecho que sorprendida de verme cumplir mi palabra tan al pie de la letra (día y hora) me dijo:
-¡Ay, pero que divina!
Le di los diez pesos, saludé y me fui.
Su breve comentario esfumó un poco mis patéticos pensamientos idealistas del día anterior. Me dio la sensación de que su aire de asombro se debía simplemente a que yo podría no haber ido. No me gustó que se asombre porque ella había sido la protagonista de aquellos pensamientos idealistas
. ¡Qué exigente me vuelvo a veces!
Le conté a un par de amigas esta pequeña historia, que la podría titular: “me vieron cara de buena”. Me recuerda a que varias veces en mi corta vida me dijeron que tengo cara de buena, y que para mí esas veces siempre significaron no animarse a decirme que tengo una cara más bien común, confundible; de todas formas, el rostro nunca me había socorrido en apuros mercantiles.

Para finalizar. Escucho durante dos o tres días, de pasillo, a mis compañeros hablando acerca de este libro, cosas sueltas como estas: dimensiones de la criminalidad, editorial x, la librería, tribunales, $10, librito, tribunales, dimensiones, $10, $10, $10,... No se si fui yo o fue real, pero esos “$10” se hicieron insistentes, era recurrente, extraño. Hasta que lo vi y lo saludé: hola despreciable après-coup. Ahora entiendo lo que nos querías decir Teodoro, cuando nos explicabas que Anteo murió en el instante en que quitó los pies de la Tierra. El libro (pulcro, sin editores desprolijos/novatos/nuevos, ni márgenes olvidados) salía $10 (es decir: cuenta el cuento que para vender algo que no se puede vender te “meten el perro”, como por ejemplo te obsequian el perro de que te están haciendo un descuento y que creen en tu honestidad). Todo se resumió en recordar la cara de aquella mujer, protagonista de mis pensamientos por unos minutos de caminata, gasolina de la nave que me llevó a dar unas vueltas por el espacio sideral de la humanidad. Reconozco que ese día me colgué. Pero ese cuelgue estaba más reconfortante que las frases que ahora se me venían a la cabeza:

costo beneficio
costo beneficio
estúpida estudiante en frente
encajar libro que no se vende
= ganancia.
Clín. Caja.

Estúpida, estúpida, estúpida. De boluda te vieron la cara.

Proporcionando la ganancia del local con mi bronca, o mi pérdida económica con mi rapto de moralidad, las medidas son totalmente desproporcionadas. Sugiero una idea: Es la absoluta conciencia de estar tomando por boludo/paspado al otro que uno tiene en frente con una finalidad tan mísera (encajar un libro no-encajable) lo que me hierve un poquitito (212 grados farenheit) la sangre. Aunque no niego que mi ingenuo asombro existencial tiene casi el papel principal. ¿Serán estrategias comerciales? ¿Será la raza humana? ¿Estaré exagerando? No me interesa demasiado, mi manos me piden, señora, que le cuente esta historia. El sillón está cómodo, pero a veces hay que pegar un salto.

Para finalizar,
en escena una caverna, un fuego, y prisioneros anclados ahí dentro de tal forma, que sólo logran ver las sombras de los movimientos que se suceden fuera.

Algunas aclaraciones, señora:
Acerca de mi lectura/escritura de los hechos.
Esto parece tener más dimensiones de las que tuvo (aunque paradójicamente, la situación real sin tener grandes dimensiones acumuló una considerable cantidad de pulsión agresiva en mi aparato psíquico), así que debo pedir unas extrañas disculpas (extrañas porque a las disculpas me las debería pedir ud. a mí, más allá o más acá de las vicisitudes de mi texto). También es cierto que cuando uno lleva una historia relativamente sencilla al papel, esta parece adquirir mayor envergadura. Es que las palabras se toman su espacio, su tiempo.

La cuestión quizás tenga que ver también con un factor ineludible: escribo esto mientras escucho The Beatles (creo que me acentúa una idea que tengo, nothing’s gonna change my world, nothing’s gonna change my world), ud. sabrá que los Beatles, son los Beatles. Jai Guru De Va Om.

Es cierto también que usted ha dado con una casualidad, a esta persona (je-yo-I-io) le gusta escribir y a veces se cuelga pensando en cosas aparentemente triviales, normales, nimias, usuales, contingentes, posibles, etc. Esta historia fue carne demasiado fresca como para no escribirla, le pido otras extrañas disculpas, señora.

Estas aclaraciones se deben a un sentir: siento que quizás ud. no debería leer esto (aunque me encargue personalmente de ello). Porque pienso (permitiéndome proseguir portando este rostro de boluda) que quizás a una viveza criolla no haya que reprenderla con palabras tales, que si bien son respetuosas, también cierto es que ironías y parodias pueden guardar una crueldad insospechada. Recuerdo: una vez el padre de una amiga nos dijo que seamos cuidadosas con los juicios y con las criticas gratuitas hacia los demás, porque uno nunca sabe donde terminan de caer/rodar las piedras. Por esto la más puntual de las aclaraciones, la de mi intención: no quiero que la piedra le caiga en la cabeza, sino a un costado, lo suficientemente cerca para que el ruido haga que se de la vuelta, para que ud. pueda ver qué sucedió, qué causó ese ruido. Otra metáfora con las piedras: ponerle una piedra al molinete de las acciones cotidianas, para que se detenga. El molinete tiene mucha fuerza así que la piedra va a saltar y el molinete va a continuar su circuito voraz. No pretendo más que ese instante previo.

Me sigue resonando lo tragicómico y paradojal de la escenografía: una librería jurídica. Cuestión de contingencias quizás.

Le confieso, señora, que las palabras a veces me son un calvario, pero elaboro el antídoto con el mismo veneno. De algo hay que vivir.

miércoles, 2 de abril de 2008

El instante

Algunas pisadas hacen que las cosas que duermen por acá alrededor, hablen. Mi problema no es pisar, sino desconocer la profundidad de las huellas. Mi problema no es tocar, sino las marcas que quedan en los dedos. El camino se va dibujando, y es sólo de ida. El cuerpo se va modelando, y no es reciclable. Y voy siendo. Tan fugazmente.

El instante siguiente a una de esas pisadas, una descripción fenomenológica y algo más:
Un punto al lado de otro punto y otro y miles: un televisor, que sin perspectiva se une por otros millones de puntos a las demás figuras. Es una superficie plana. Como un cuadro, una pintura de mi vida cotidiana. Luego, sensación a que todo lo que hay a mi alrededor invade mi cuerpo, metiéndose por los poros; las migas en el mantel, el mantel, los adornos, las plantas; todo metiéndose, en todas direcciones. Las cosas me hablan, me gritan, cada objeto se convierte en su metáfora. Es el instante en el que no veo lo que veo. Es el instante en donde una silla, una puerta, condensan toda mi existencia. Mi existencia olvidada en tazas de té, en incontables desayunos tomados en ese mundo que suelo habitar y que ahora se proyecta delante de mí, como una película. Es tan encantadoramente demencial. Verme viendo. Tan efímeramente sorprendida. Volviendo a creer en lo irracional, en los milagros, en el destino, en las esperanzas, en las moralejas, en el silencio, en los sentidos ocultos detrás de las vivencias, en la pesadez del ser. En mí.

Esos instantes tienen algo mítico. Algo de verdad. Algo de sentido. Al menos su ominosa estructura (demasiados factores engañando a la contingencia: el silencio, la noche, la soledad, el recuerdo de esas últimas pisadas y el presunto descubrimiento de la profundidad de sus huellas).

Y todo después de mis pies ingenuos pisando ahí.
Cuando me corrí, ya nada era ni iba a ser igual.
Comenzaba ese instante parecido a la eternidad.

todo lo que puedo ver todo lo que puedo ver es un territorio plagado de objetos, hilos, colores y figuras extrañas moviéndose, acercándose...